La comunicación masiva como recurso del poder en el contexto de la aprobación de la ley de comunicación en el Ecuador
La
nueva ley de comunicación fue aprobada por la Asamblea Nacional y entró
en vigencia desde el 26 de junio del presente año. Mucha polémica se ha
tejido en torno a ésta, pero los análisis se han sesgado únicamente a
las opiniones de los diferentes sectores de la clase dominante a través
los medios de comunicación públicos o privados que controlan. Los
sectores populares han estado aislados de este “debate” y su posición no
hace más que reproducir de manera deformada los criterios que se
vierten a través de estos espacios.
Los medios de
comunicación privados y el gobierno han asociado el tema de la “libertad
de prensa y expresión” a la democracia, ésta es referenciada como un
concepto absoluto, un ideal a ser alcanzado. Para los medios privados la
libertad de prensa tiene que ver con la libertad de manejar la
comunicación como una empresa, como un negocio en el que no debe haber
mayor regulación o control desde el Estado. Para el gobierno actual la
libertad de prensa está relacionada con un mayor control estatal, no
sólo en forma de regulación de los contenidos, sino con el Estado como
constructor de realidades que influencian permanente la opinión pública.
Detrás de estas diferencias no se esconde una contradicción antagónica,
sino que se refleja la correlación de fuerzas que se da actualmente, no
entre clases sociales opuestas, sino dentro de la clase dominante, las
cuales difieren en el modelo de gestión de la comunicación de acuerdo a
los intereses burgueses que representan. Esta disputa entre “modelos” no
es una pugna entre el pueblo y la clase dominante ni mucho menos, como
pretende hacerlo parecer el gobierno, es una lucha entre fracciones de
la burguesía que se benefician de una u otra forma de gestión del Estado
–forma de gobierno-. Esta forma de manejo de los medios tiene que ver
precisamente con el carácter de cada grupo burgués, es un reflejo de su
situación económica y de cómo buscan preservar aquellos intereses. Al
ser el gobierno representante de la burguesía burocrática que utiliza el
Estado como palanca de ascenso económico, es evidente que va a ampliar
el rol de los medios “públicos” para posicionarse. Y los grupos
monopólicos que no están en este momento controlando la estructura
estatal directamente buscan que el negocio de los medios privados se
mantenga. Es una disputa de “modelos”, entre lo liberal y lo
keynessiano, entre formas democrático burguesas clásicas y formas
fascistas.
La comunicación a través de los medios masivos
es una cuestión de poder. En el plano económico sólo quienes poseen
suficiente capital tienen la posibilidad de manejar medios de
comunicación de masas, a la vez que esto es un negocio rentable para los
empresarios que ingresan en este campo. Pero además los medios de
comunicación son un eficiente aparato ideológico que produce y reproduce
la concepción y la forma de entender el mundo de la clase dominante,
pues a través de la propaganda comercial genera una cultura de masas
basada en estereotipos que se traducen en un consumismo desenfrenado, y
mediante la propaganda política construye la idea de que este sistema es
lo único y lo mejor a lo que podemos apelar. ¿Podemos hablar de
objetividad y neutralidad si hay intereses económicos y políticos de por
medio? ¿Podemos acaso creer que los medios de comunicación cumplen una
“función social” cuando son un negocio producido para generar ganancia?
Los
medios de comunicación en el Ecuador han sido controlados
históricamente por los grupos monopólicos, especialmente de la burguesía
compradora y financiera como el Grupo Eljuri, Consorcio del Pichincha,
Grupo Isaías, Grupo Noboa, entre otros. Pero también han existido
monopolios económicos orientados exclusiva y directamente al negocio de
los medios de comunicación masivos, en base a los cuales han hecho una
considerable fortuna, entre los claves podemos mencionar al Grupo
Mantilla Anderson, al Grupo Vivanco y al Grupo Alvarado Roca. Cabe
señalar que estos grupos no sólo controlan los medios masivos, sino que
manejan en general la industria del entretenimiento, puesto que poseen
entre sus propiedades cines, teatros, editoriales, centros comerciales.
En
la denominada “revolución ciudadana” esta composición se ha modificado,
obedeciendo esto no a una “democratización de los medios”, sino a la
extensión del monopolio estatal sobre ellos, asegurándole al gobierno de
turno una importante influencia sobre la opinión pública y una gran
ventaja dentro de la clase dominante para erigirse como capa dominante
dentro de ésta. El tema de fondo tiene que ver no sólo con el
entendimiento gubernamental de la importancia de los medios de
comunicación como eje central de dominación ideológica y el arma
poderosa que representa desde el Estado; sino especialmente con las
particularidades de la fracción burocrática de la burguesía que es a la
que representa este gobierno, la cual utiliza el Estado como palanca de
ascenso económico, se beneficia del monopolio estatal, y logra una
alianza con el capital privado que permite la dinamización de algunos
sectores de la economía, por ejemplo en la comunicación. Sí en el 2006
el gobierno de Alfredo Palacio gastó dos millones de dólares en
publicidad, en el 2012 el gobierno de Correa estimó gastar en su
presupuesto 129 millones en la partida de difusión, que sumadas otras
dos partidas para financiar publicaciones, el monto total destinado a
productos de corte publicitario rebasaba los USD 260 millones[1]. Esto
alienta el negocio de los medios de comunicación privados puesto que
pautan más publicidad, lo que ha servido además para que el gobierno
dome a empresarios y comunicadores y los atraiga hacia el discurso
oficial. Pero además esto ayuda a difundir las “bondades” del gobierno y
a asegurar la tajada que por estos contratos recibirían también los
funcionarios de alto nivel.
Desde el 2007, año en que
inició su mandato Rafael Correa, las empresas Percrea y Creacional, de
la familia Alvarado, han incrementado sus ganancias de manera
considerable. Fabricio Correa en declaraciones en Julio del 2009 a
Teleamazonas manifestó que “Vinicio Alvarado gana 12,5 veces más que hace dos años, y sin acudir a su oficina a trabajar.” Según diario HOY,
“La referencia la constituye por ejemplo el impuesto a la renta, el
último, realizado por el año 2008, fue de $163 177, lo que representa un
crecimiento de 1 000% en ingresos al fisco, comparando su pago de 2005,
que fue de $13 216. Los años anteriores, 2004 y 2003, la agencia de
Vinicio Alvarado Espinel registró $0 como pago de su Impuesto a la
Renta”[2]. Ello da una pauta para ver el
crecimiento de estas empresas bajo el ala del gobierno. Además la
familia Alvarado se benefició de la frecuencia para la radio Onda
Blanca, en Manabí. Y también de “la concesión de un canal de televisión que funciona para Quevedo desde el 2009”3.
Según la revista Vanguardia las empresas de Alvarado piden que las
empresas de publicidad facturen con otro nombre, además de exigir el 50%
de las ganancias a las empresas de publicidad que pautan con los
grandes medios de comunicación.
El Estado ha pasado de ser
un ente sin mayor control de los medios, a constituirse en un monopolio
de gran influencia. Si antes poseían un canal nacional de televisión
que no lo miraba nadie, y un par de radios, en la actualidad controla
cinco canales de televisión: Gama TV, TC, Cablenoticias, Cabledeportes,
y Ecuador TV; varias radios como Super-K, Sonorama, Universal y medios
impresos como El Ciudadano, El Telégrafo, el Periódico Popular; además
agencias de noticias como ANDES. Esto es complementado por cadenas
nacionales difundidas permanentemente y las sabatinas que las radios
tienen la obligación de pasar. Pero el gobierno no se queda sólo en la
influencia a través de los medios o vallas publicitarias, sino que tiene
sus grupillos que hacen propaganda callejera, etc.
El
gobierno fabrica una realidad burda y tergiversada a través de sus
medios, del bombardeo sistemático y permanente que ejerce desde ellos.
El cerebro del fascismo Joseph Goebbels lo había pronosticado: “una
mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. El gobierno sigue al
pie de la letra esto cuando habla de derechos laborales, de repartición
de tierra, de las bondades de la minería, cuando acusa a quien se le
opone y lo fustiga y persigue. Alianza País utiliza un enorme aparato de
comunicación para sostener su farsa.
La polémica Ley de Comunicación
La
aprobación de la ley de comunicación encarna la materialización del
interés de la fracción burguesa representada por el gobierno de ampliar
su control e influencia en la opinión pública y hacerse fuerte ante
otros grupos de la clase dominante.
El gobierno pretende
ampliar su influencia mediante la excusa de democratizar lo medios. Si
anteriormente las frecuencias de radio y televisión estaban controladas
en un 85% y 71% por los monopolios privados, el gobierno pretende
controlar el 33% estatal y 34% comunitario, que por las normas y el
control ejercido por el Estado no podrá salirse de sus cánones.
La
ley crea la Superintendencia de Comunicación e Información que se
encargará de la vigilancia, auditoria, intervención y control, y que
tendrá facultades sancionatorias y punitivas. Se conformó además el
Concejo de Regulación de Medios que intervendrá en definición de
programas, franjas horarias, contenidos, acceso a la información e
informes para la concesión de frecuencias. Estos organismos permitirán
al ejecutivo ejercer la presión necesaria sobre los medios privados,
controlar los contenidos y extender su interpretación de los sucesos
como única, blindando además a sus funcionarios y al gobierno mismo de
las críticas. Se genera además la figura de linchamiento mediático
pretendiendo prevenir el hostigamiento, pero además con un interés
manifiesto de cerrar el campo al periodismo investigativo no oficial.
Esta
Ley va a generar un estado de propaganda en el país dirigido por el
oficialismo, donde se busca consolidar su posición ante los hechos como
verdadera y única. Es un elemento que va a permitir al gobierno aumentar
el control e influencia de su monopolio mediático en relación a los
otros medios burgueses. Además busca anular las críticas al régimen que
evidencien toda su política anti-popular.
La alternativa de los sectores populares
Los
sectores populares no podemos caer en el engaño de estar a favor de los
monopolios privados o del monopolio estatal de la comunicación. La
proclama de “prensa libre e independiente” no es más que una demagógica
excusa que utilizan los medios tradicionales para sostener su negocio y
precautelar sus intereses. La anunciada democratización de los medios
busca confundir al pueblo y hacer pasar al Estado como representante del
interés general, ocultando su carácter clasista. De fondo esto no es
más que una disputa inter-burguesa que se da dentro de la clase
dominante. De hecho debe haber una oposición sólida contra la ley de
comunicación por su carácter punitivo y controlador, pero nuestra
posición no debe ser el deformado reflejo de las posiciones de los
monopolios privados, sino que debe ser construida desde nuestro interés
de clase y todo lo que ella provoca como efecto para los sectores
populares. El gobierno se llena la boca hablando de libertad,
democracia, justicia social, pero la libertad que proclama se diluye en
la frontera de quienes lo apoyan. ¿Se puede hablar de libertad de
expresión cuando la autocensura por temor a las represalias se vuelve
algo cotidiano? ¿Se puede hablar de libertad cuando cualquier criterio
contrario al del poder significa enjuiciamientos, cárcel o calumnias? La
hipocresía del poder se construye mediante la manipulación y la
represión, recursos utilizados de acuerdo a las circunstancias
históricas y a la correlación de fuerzas entre los sectores populares y
la clase dominante.
El tema pasa por cómo nosotros podemos
ir generando no sólo contra-información que revele los sucesos reales
que acontecen en una sociedad, más aún en el Ecuador donde esto se halla
velado por la hegemonía del gobierno, sino especialmente una
comunicación que lleve a la reflexión, al conocimiento, a la aprehensión
de los sucesos histórico-sociales de manera crítica.
Nosotros
no podemos adquirir medios de comunicación masivos por nuestra
situación económica como clase. Además hay que tomar en cuenta que si en
el supuesto que lográramos manejar un medio, este se perdería en el mar
de medios que se hallan controlados por la burguesía. Esta sociedad
garantiza la propiedad privada, puesta en marcha para fines privados
tanto económicos como políticos. Debemos aprender a utilizar las
herramientas tecnológicas contemporáneas sin convertir a estas en un
fetiche como a veces sucede con el internet, donde la “actividad
revolucionaria” de algunos grupos se diluye en las huellas digitales que
quedan plasmadas en el teclado. Se pueden usar esas herramientas pero
nuestra comunicación con las masas debe ser de carne y hueso y no hay
mejor forma de lograrla que mediante el trabajo popular constante. Y
ello nos lleva a plantearnos otros métodos como la comunicación
callejera que se ejerce a través de pintas, murales, graffitis, radios
populares, periódicos murales, cines foro, etc. Buscar espacios en los
medios de comunicación si sirve para difundir nuestros posicionamientos y
hay que buscarlos, pero la principal forma de lograr la popularización
de nuestro movimiento es a través de su trabajo, de su lucha, de que se
haga notoria su acción reivindicativa y revolucionaria, cosas que los
medios pueden tergiversar u ocultar momentáneamente pero que de hecho se
van hacer visibles.
A lo que queremos llegar con este
artículo es que la ley de medios no es sino una disputa entre fracciones
burguesas por las que no podemos tomar partido los sectores populares.
El asunto de fondo es generar alternativas comunicacionales que permitan
contrarrestar toda la manipulación existente tanto desde el gobierno
como desde los monopolios tradicionales. Impulsar una comunicación
alternativa que permita a los sectores populares conocer la verdad, la
situación real de las cosas, y en ese camino debe fluir toda nuestra
creatividad y decisión para lograrlo. ¡No se equivoquen señores la
salida no está en lograr una concesión de un medio “comunitario”, sino
en salirnos de los cánones de la comunicación formal, oficial,
institucional y tradicional, y dar un salto donde la comunicación se
constituya en un eje que dote a los sectores populares de toda la carga
simbólica y organizativa necesaria para comenzar a emanciparnos!
[1] [1] http://www.elcomercio.com/politica/gastos-publicidad-oficial-dispararon_0_598140307.html
[1] http://www.eluniverso.com/2011/11/18/1/1355/gobierno-presupuesta-gastar-cinco-veces-mas-publicidad-2012.html
[2] 2 http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/agencias-de-los-alvarado-suben-como-la-espuma-359232.html
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